1.14.2009
El Calvario Tachirense - Tulio Hernández
Tulio Hernández
El Nacional / ND
El calvario tachirense
Enero 11, 2009
Por azar he tenido la oportunidad de asistir a la toma de posesión del gobernador de Táchira, César Pérez Vivas, y de ratificar personalmente que aquello que en una democracia normal hubiese ocurrido como una actividad más y como un ritual celebratorio de la cultura democrática, en la Venezuela del presente ocurre más bien como un acto de guerra.
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A las 8:00 am del miércoles 7 de enero el escenario de la ceremonia estaba tomado por un impresionante número de guardias nacionales que formaban cinturones de seguridad para impedir actos de violencia semejantes a los que han ocurrido en eventos similares en otros lugares del país, en la toma de posesión de la alcaldesa de San Cristóbal y en la instalación del Consejo Legislativo regional.
César Pérez Vivas es el último de los gobernadores electos el 23-N en tomar posesión de su cargo debido a que las fuerzas del oficialismo gubernamental se han dedicado, ya por ardides legales ya por actos violentos, a cuestionar el claro triunfo electoral del candidato opositor y a retrasar al máximo posible el inicio de su gestión.
Es un asunto de barbarie. Y de delincuencia organizada.
El oficialismo se niega a aceptar la realidad de la alternancia democrática y recurre a las más diversas estrategias de abuso de poder para impedir que los nuevos gobernantes legalmente electos comiencen a ejercer sus funciones.
En el caso del Táchira las cosas llegan a situaciones estrambóticas. Por ejemplo, el Consejo Legislativo del estado ha desconocido en la práctica el nuevo gobierno, se ha apropiado de las sedes en donde el ejecutivo local debe operar y ha emitido un curioso decreto en el que declara una fórmula de cogobierno inexistente en las leyes del país.
Sucede que Táchira se ha convertido en uno de los estados más sufridos y castigados del país.
Varias plagas lesivas le han caído. Es el estado venezolano con el peor y más deteriorado sistema de carreteras y vialidad del país. El contrabando de gasolina hacia Colombia, que todo el mundo sabe que es una cuota de poder de la Guardia Nacional y sus jerarcas, hace que en muchos municipios sus habitantes tengan que hacer colas de hasta dos y tres horas todas las semanas para llenar el tanque de sus vehículos. La presencia de los paramilitares y de los guerrilleros de las FARC y el ELN colombianos han convertido el estado en el lugar en donde ocurren más secuestros per cápita. Todos los meses la prensa local reseña cerca de 50 asesinatos sin que se castigue a los culpables.
A todo esto se suman en los últimos ocho años la arrogancia, el sectarismo y la ineficiencia de los gobiernos rojo-rojitos. Lo que en el resto del país es moneda de curso corriente aquí se multiplica. Todos los días, mientras permanecí en el Táchira, escuché por lo menos una historia de atropello y de persecución oficialista. Por eso, con el triunfo de Pérez Vivas y la alianza de oposición se ha abierto como una gran esperanza. Al finalizar la toma de posesión, la multitud que acompañó al nuevo gobernador hasta el Palacio de los Leones, sede del gobierno, se tomó la libertad de derribar un inmenso pendón con el retrato del Presidente en su fachada. Fue un acto revelador. La multitud aplaudía enardecida y, luego contaban la proeza como si se tratara del derrumbe de la estatua de Saddam, o de Enver Hoxa en Albania.
Ahora comienza una nueva etapa. El sector oficialista hará lo posible para impedir que la nueva administración realice un buen gobierno. Pero los sectores de la alternativa democrática tienen la responsabilidad de rescatar el gentilicio tachirense, restaurar el pluralismo y la tolerancia, mejorar la calidad de vida de una población que se ha acostumbrado a padecer resignadamente y, sobre todo, aprovechar el inmenso potencial de un estado lleno de universidades y jóvenes y con una tradición de empresarios y emprendedores privados, creativos y exitosos, que bien coordinados convertirían de nuevo a Táchira en el centro político, económico y educativo que alguna vez fue.
La defensa de la democracia pasa por la realización de excelentes gobiernos.
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