4.11.2007

la cachucha - julio garmendia


Sentí verdaderamente gran satisfacción, el día en que fui presentado al hombre que conocía a la Cachucha.

— Es íntimo de la Cachucha —me había dicho mi amigo, el presentante—; con frecuencia andan juntos, en automóvil, sobre todo de noche. "¡Ah! —pensé yo— ¡amigos de farra y mujeres! Son éstos los más íntimos e influyentes, y a éstos no se les niega nada".

—Va a comer a su casa —prosiguió mi amigo— ¡Nada menos!

Este era un hombre cuya mano anhelaba yo estrechar, simulando no darle demasiada importancia al momento. Pero a través de aquella mano presentía yo el fluido, el misterioso fluido emanado de la Cachucha. ¡Qué gran Cachucha debía ser aquella! Y yo estaba en contacto, si bien indirecto aún, con ella y con todo lo que ella podía representar y significar para el presente y para el futuro.

—He tenido muchísimo gusto en conocerlo —dijo de repente el hombre que conocía a la Cachucha—. Espero que nos veamos nuevamente uno de estos días. Ahora tengo que dejarlos. Debo encontrarme con... (aquí pronunció el nombre propio de la Cachucha), y temo estar ya retrasado.

—¡Por supuesto —dije yo con el mayor entusiasmo—. Ojalá podamos vernos pronto un día de éstos ¿verdad?

—¡Claro —dijo el hombre que conocía a la Cachucha—. Nos veremos uno de estos días con el amigo nuestro.

—¿El uniformado? —inquirí yo, creyendo que se trataba de la Cachucha misma en carne y hueso, si puede hablarse así, tratándose de una cachucha.

—Me refiero a nuestro amigo aquí presente —aclaró en seguida, disipando el fluido interior que ya se me había subido involuntariamente a la superficie.

Aquella misma noche, por un azar maravilloso, vi pasar al hombre en su automóvil silente y misterioso (esto me pareció), sentado ¡al lado de la Cachucha!

¡Oh, maravilla! Cuando el hombre que conocía a la Cachucha me saludó con un gesto de la mano, ¡la Cachucha también me saludó con esa rigidez de movimiento gestual propia de algunos militares, como conviene a una Cachucha de su importancia! ¡Me saludó como si fuéramos íntimos amigos! ¡Como si se tratase de un viejo conocido! Sentí de mnuevo la corriente del fluido que procedía de la Cachucha y que me llegaba a través del ademán del hombre que conocía a la Cachucha. Era prueba evidente de que ya le había hablado, probablemente de mí.

Yo tenía algunos negocios en cartera. Pero todos eran de ese tipo de negociaciones que jamás llegan a realizarse, y cuyos éxitos necesitan de influencias, de palancas, de discreta y eficiente protección, ¡de Cachuchas!, en una palabra. De modo que pocos días después, alentado por los saludos que nos cruzáramos en esa noche afortunada, escribí una esquela al hombre que conoce a la Cachucha, proponiéndole un encuentro para tratar algunos asuntos que podían interesarle, tanto a él personalmente, como a alguno entre sus importantes relaciones. Ansiosamente esperaba la respuesta, cuando días después, leyendo con desgano las páginas del periódico, me enteré de lo que sigue:

"Antenoche fue finalmente detenido —por un agente especial que le venía siguiendo la pista— un sujeto que se valía de raras artimañas con el fin de hacerse pasar por un personaje muy influyente y altamente relacionado en los medios militares. Entre otras cosas, se le sindica de exhibirse por las noches, acompañado por un maniquí de uniforme y cachucha, en el interior de un potente automóvil".

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