12.05.2006

el fruto del relevo


Caminaba por ahí por La Candelaria intentado buscar algo interesante para mi colección. Mi vida estaba hecha en este sector de la ciudad, en donde tuve que escalar muy alto para tener el control de esta zona. Sí, soy el Jose Félix del que hablan por ahí, el que manda por estos lados.

A pesar de poseer tan mala fama, lo reconozco, tengo mucho cariño a la gente que vive por aquí, son ellos los que me dan de comer día a día con su trabajo, con sus frutos que yo como con placer. Lo únicos con quien no me meto –por este puñado de cruces- son los españoles... ni de vaina. Además de que son muchos, esos tipos cuando te montan el ojo no te lo quitan nunca y hay que tenerles cuidado, hay que andar con cuidado por aquí.

Tengo veinte años en la cabeza de este lugar, pero ya son muchos, y en cualquier momento vendrá un pelao´, como era yo que me releve. Pero se las va a ver bien difícil. Ya yo estuve de su lado, tengo las de ganar. De hecho, me parecía extraño no ver a ninguno que paseara por aquí, interesado en mi zona, en mi lugar de trabajo.

Pasaban todo tipo de personas frente a mis ojos, yo sólo los veía cazando a alguno que me tentara con el simple hecho de parecer que tuviera plata. Esto se ve en los ojos, van con la cabeza así bien en alto, y hasta en casos nerviosos por intentar no caer en las garras del hampa. Caminan distinto, no hablan igual, son otros... y yo con tantos años de experiencia te puedo decir que puedo diferenciar muy bien a un limpio de uno que esté inflao, que me tiente.

Por ahí por mayo ví a uno pasar con su moto por aquí, y me tentó de verdad. De hecho, no sólo pasó un día y se fue, sino que comenzó a pasar más de vez en cuando. Yo lo estaba cazando. ¿Quién lo diría? Un musiú que me quería relevar pues, y que no era ningún pelao , tenía ya veinte y tantos. Pero yo no iba a cometer el mismo error de Virgilio, yo no me iba a desesperar enfrentándomele a la primera, yo estaba esperando el momento preciso, lo estaba cazando.

Dos semanas luego de todo mi plan comencé a saber mejor cómo es que era la cosa con el musiú, me estudiaba todos sus movimientos. Sabía que yo tenía que atacar prrimero para tener la ventaja. A mediodía llegó en su moto, se quitó su casco y se metió en el banco, lo tenía pillao. Cuando sale del banco su cara era otra, estaba inflao porque no sé, porque él era chévere pues, pero esos humos se los bajo yo rapidito, como que me llamo José Félix. Levantó la pierna para montarse en su moto y ahí le fui pa´encima, lo tumbé y se le apagaron las luces, se quedó tendido ahí en el piso. A pesar de todo ese musiú era pura pinta, creía que iba a estar más duro pues, muy fácil. Le arranqué las llaves de la mano y prendí esa moto para echar a correr, esa si era una moto, sentí su poder, su fuerza y aceleré con rapidez con mi nuevo fruto. Es preciosa, rápida, lo que necesitaba. En eso la luz de ese mediodía se fue como apagado, no había eclipse, no había nada, cada vez más tenue se hacía hasta que caí alcanzado por una bala que segurito tenía en el serial tatuado “relevo”, eso era. El musiú me jodió y me hizo a un lado... tal como lo hice yo alguna vez.

La luz terminó, sentí como una picada en mi espalda. Dejé de sentir. Dejé de mandar sin poder saborear mi último fruto.

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