12.06.2006

el metro extremo


Montarse en el Metro de Caracas es toda una aventura, aún para los que lo usan a diario, cada día es una eexperiencia cada vez más atrevida y con varios niveles de dificultad, dependiendo sólo de dos factores: la hora que sea y hacia qué dirección vayas, pues mientras más lejos sea su destino, será directamente proporcional a la desgracia que será. Las horas de la verdadera acción, que ponen a prueba la astucia de cualquiera, son las horas pico de esta convulsionada ciudad. Bien temprano en la mañana o al final de la tarde.

En ambos momentos el boleto debe ser previamente comprado para poder adelantarse a aquellos que pasaron por alto este primer y esencial detalle, pagando así la consecuencia al hacer colas interminables frente a la taquilla o estas máquinas que con monedas te dan el famoso boleto para esta experiencia. Ya Ud. Lo tiene. Rápidamente tiene que dirigirse al torniquete, el primer obstáculo. Para poder pasar satisfactoriamente, hay que estar muy cerca de la persona que se tenga adelante al mejor estilo del trencito de matrimonio y como si sonara el éxito más avasallante del rock nacional: la Conga de Ricardo Montaner. Además, hay que ligarla para que el ticket no le vaya a echar una vaina a esas horas y le diga al introducirlo por la ranura “diríjase al operador” luego de un molesto sonido.

Una vez dentro de la estación tiene que acordarse muy bien de que Palo Verde es para un sitio y que para el otro es Propatria. Si tiene alguna duda, mejor pregunte antes de abordar el vagón, porque si no será una segura cascada de retraso en su horario. Párese detrás de la franja amarilla aunque nadie lo esté haciendo, aún cuando parezca que usted está a punto de presenciar un suicidio colectivo. Conserve la calma y espere el vagón. Cuando empiece a pegarle una brisa que se va convirtiendo en viento huracanado es que ya viene llegando su vagón, sí, y se va a despeinar, no importa cuán engominado esté. Cuando la brisa ya se convierte en un viento huracanado y frente a usted pase la primera parte del tren, es la señal. Aún cuando el tren no se ha detenido por completo, empiece a perseguir alguna de las puertas y asegúrese de estar entre los primeros para cuando el vagon se detenga y se abran las puertas. Se abren las puertas, pá! y comienza la primera batalla, al propio estilo de Braveheart… los que entran contra los que salen. Eso de dejar salir es entrar primero es un cuento como lo de que si haces muecas y te pega una brisa te quedas así. No coma cuento y entre de la manera menos civilizada posible porque seguramente atrás o saliendo, venga alguien mucho más arrecho que usted. Codazo, puño, patada, empujón, insultos, gritos, malestar, miradas intimidantes, Etc. Etc. Etc. y en menos de diez segundos, los que salieron, salieron, los que entraron, entraron y los que se quedaron, se quedaron. ¿quién ganó? es imposible determinarlo.

Una vez dentro del vagón no se preocupe por sentarse porque jamás habrá un solo puesto vacío, y muchísimo menos esos del comienzo y al final del vagón que, supuestamente, son preferenciales para anciamoss, mujeres embarazadas y discapacitados, esos están ocupados por algún gordito o alguna buena moza, que por supuesto le cedieron el puesto para poder apreciar mejor su sugerente escote. Antes de arrancar, suena “tuuu-ruuu-rúúúú” una musiquita que te dice, parafraseando, “agárrate que voy que quemo”. Ya vas en camino. Todos se miran en el vidrio que los separa del túnel acomodándose, sobretodo el peinado, pues con la brisa de cuando llegó el vagón a la estación en donde se montaron, tienen ahora un peinado que no les favorece en lo absoluto. Y ni hablar de los que se imaginan las películas donde van corriendo y se van pasando de vagón en vagón, si eso te pasa en el metro olvídate que tienes para corretear sólo un vagón porque la puerta no abre ni con una pata de cabra.

Ya va llegando a la estación de destino y es hora de la segunda batalla, pero esta vez en el bando de los que van saliendo. El mismo caos. Otra estación. Si tiene que hacer transferencia prepárese para repetir su experiencia como mínimo dos veces más, quizá más desagradable que las previas a éstas nuevas. Ya cuando se disponga a salir de la estación, lea bien hacia qué salida se está dirigiendo, porque usted no tiene derecho a equivocarse en estos casos en los que va saliendo. El mismo lío de los torniquetes. Embotellamiento en las escaleras para subir de nuevo a la superficie y a la ¿normalidad?

Móntese en el Metro de Caracas… el deporte extremo preferido por los caraqueños.

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