11.13.2006
La marca del fanático
Desde hace unos cuantos años, durante la hegemonía del Real Madrid en España, Europa entera e inclusive el resto del mundo, se ha vuelto de moda entre la gente ser “fanático del Real Madrid”; aún cuando ahora los vientos soplan para los culés y esa moda ya ha dejado un poco de estarlo, generando cada vez más adeptos al equipo que gana, cosa que pasa siempre entre ese tipo de “fanáticos”. Real Madrid, Barcelona, ya da lo mismo…
Comencemos por el Real Madrid, un equipo plagado de estrellas, tantas, que hasta les etiquetaron de “galácticos” e inmediatamente después comenzó la debacle. “Un buen equipo y un buen negocio” oí por ahí decir de un adepto al equipo blanco luego de preguntarle ¿el Madrid es un buen negocio o un buen equipo?. Lo de buen equipo ha quedado en entredicho en innumerables oportunidades de hace algunas pocas temporadas, demostrando que la “maquinaria blanca” no sólo está mal ensamblada, sino que tienen piezas traídas de todas partes del mundo, que al ponerlas en conjunto, parece un collage de estrellas hecho por un niño de preescolar… algo bien alejado de lo que es un equipo.
El Real Madrid se ha convertido en un equipo lleno de estrellas que son un negocio para ellos, comenzando por el más obvio, el excapitán de la selección inglesa, Sir David Beckham. El fútbol para ellos se ha convertido en algo más para la industria del entretenimiento, farándula y espectáculo. Pareciera que el Real Madrid dejó de ser, hace mucho tiempo, esa marca tan importante en quienes tenían un verdadero corazón merengue.
Una marca de verdad es esa que decide qué emociones transmitirte para que te enamores de ella en vez de otra. “En una época en que muchos productos son la misma cosa, la relación emocional es lo único que lanza a la gente a pagar más por una marca en particular.” leí alguna vez en los Apuntes de Curso de Diseño de Marcas de Joan Costa y Marçal Moliné que me mandó un gran jefe que tuve alguna vez y, ahora, un gran amigo: Juan Pablo Huizi (gracias!). Pero si trasladamos esto al deporte, sin duda alguna se nos complica la cosa.
La gente no paga más o menos por ser de un equipo o de otro, simplemente pueden quejarse de los altos precios de la boletería y hacer un escándalo en el estadio, afuera de él, o más peligroso aún para los dueños de los equipos, hacerlo a manera de comentario “de boca a boca” entre fanáticos que pueden irritarse fácilmente. Porque es así, los fanáticos son fanáticos, no gente inteligente y racional. Es como estar enamorado, donde uno deja la dignidad, el orgullo y cualquier otra cosa a un lado en el momento que llegó ese amor a su vida. Uno a veces deja de ver los defectos del equipo siendo fanáticos, buscando el entendimiento en los razonamientos más absurdos, que pueden ser propios o adquiridos en medio del juego, e incluso hay momentos más fuertes donde todo parece malo y lo bueno no aparece por ninguna parte, haciendo que ese amor te duela todos los días pero que no puedas dejar de estar enamorado. Es demasiado complicado esto de ser fanático.
La “relación emocional con el equipo” es lo que hace que seas fanático de un equipo de otro, en mayor o menor medida, pasando por encima a toda esa gente que le va al equipo por razones tan nefastas como las siguientes: el color del uniforme, la fama de sus integrantes, que sea el equipo de tradición familiar, el equipo al que el novio/novia le va. Hay cosas que el dinero, definitivamente, no puede comprar, como bien llegaron los creativos para MasterCard. Se pueden comprar “fanáticos”, de esos entre comillas, pero el fanático de verdad no tiene precio.
Para el fanático, la marca en verdad es el equipo, visto como un conjunto bien engranados de talentos que aportan, cada uno, su don de jugar el deporte que sea en beneficio del colectivo… en la búsqueda del “bien común” de verdad, del equipo (jugadores, directivos, empleados, etc.) junto a la fanaticada. Cada uno de nosotros tiene esa responsabilidad siendo fanático.
“De su cultura depende nuestro trato” vi muchas veces en los carritos por puesto en un calcomanía, pero es que es así, uno va al estadio universitario, por ejemplo, y nunca tiene problemas con los fanáticos de los otros equipos porque precisamente son contrincantes y no el enemigo, por más que existan “fanáticos” de esos entre comillas.
La marca del fanático es esa que tiene que dejar la huella en la grada, apoyando a un equipo que sea un equipo de verdad. Y para los dueños de equipos, directivos y demás, sin duda, no hay dinero que compre esa “experiencia de marca”, y no habrá mejor negocio que ese: brindarle un motivo a la gente para olvidarse de todo lo que tiene alrededor y meterse en lo más profundo de esa pasión que nos mueve, el darse cuenta de que ese equipo no es sino de los fanáticos que están allí en la grada. Eso no tiene precio.
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